lunes, 28 de mayo de 2012

Llueve a mares. Cap 1. Parte 3

El duro sol rozaba mi cara, notaba sus rayos atravesar mis parpados obligándome a despertar. Todas las mañanas yo me ocupo de ir a casa del viejo Yenk a por un cubo de agua, con el cual debemos pasar todo el día. Yenk es un anciano muy amigo de mi abuelo, que es capaz de ir al pozo y volver con una tinaja grande en cada brazo. Esa mañana me tocaba ir a cazar Ñandúes con el grupo de mi abuelo. Los atraparíamos tanto a ellos como a sus huevos. La cacería tendría lugar en una pequeña zona con plantas y arbustos secos. Mi abuelo me da mi jabalina y mi cerbatana, solo los mas experimentados pueden usar el arco. Nos arrodillamos todos entre la maleza, y empezamos a arrancar hojas para pintarnos la cara. Ya que nos protege de posibles picaduras de insectos. Una vez que estamos todos pringosos, vamos reptando por el suelo. Muy lentamente, palpando el terreno buscando los huevos. Para mi esta destinada una zona en la que los Ñandúes suelen dejar sus nidos, siempre voy primero allí con mi bolsa a llenarla lo máximo que pueda. Veo a lo lejos un gran animal pasar corriendo, mi intriga y ansias de traer la mejor pieza al poblado me incita a seguirla. Con mi jabalina en una mano y mi cerbatana cargada, salgo detrás de mi presa velozmente. Como me enseño mi abuelo, planto el pie lo menos posible por el suelo. Mas que correr, salto esquivando las ramas para no delatar mi posición. Agotado, para mi gran alivio veo al animal agachado a unos pocos metros de mi.

jueves, 24 de mayo de 2012

Llueve a mares. Cap 1. Parte 2

Ya que conocéis mi rutina en el desierto, quiero contaros sobre el nuevo chico llegado al pueblo. Todos somos morenitos de piel, pero el es blanco como la leche. A los mas ancianos les sorprende como a llegado hasta allí solo. Su forma de hablar es extraña, pero nadie le pide que lo repita. Es misterioso, a mis padres les da mal augurio, en cambio a mi no me desgrada. Sus ojos son azules y su cabello rubio, tiene largas pestañas y ni una sola peca en la cara. Viste unas ropas peludas y blancas. Es mas alto que yo, y es sorprendente ya que soy el mas alto del poblado. Camina con paso decidido mirando a cada persona que se cruza a los ojos. No para de masticar una especie de pasta marro, que le dura horas y horas hasta que la escupe y vuelve a sacar de su bolsa peluda otro cacho de esa masa de aspecto pegajosa. Desde que le vi, no pude evitar preguntar por su nombre. La forma en que me miro esta tarde calurosa, me heló los pelos de punta. De sus labios azulados escupió silabas, de las que tras horas y horas, al final deduje que se llamaba Prinlleti. Es algo raro de pronunciar, aquí nuestros nombres son mas cortos y secos. Como el mio, Thimo.
Ya os he adelantado bastante, vayamos al día en el que todo paso y mi vida se volvió al revés.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Llueve a mares. Cap 1. Parte1

El calor reseca mi piel, los pies rozan suavemente la tierra. Mis dedos exploran ese mundo de sensaciones, deleitándose con cada piedra, con cada grano de arena, pero... eso no es suficiente. Mi cuerpo pide a gritos otra sensación, "esa sensación" que pocas veces he visto. Mis padres me contaron de pequeño una historia sobre lucheri. Se decía que era un ser capaz de transformar lar lagrimas en agua, se aprovechaba del dolor y lo transformaba en algo bello para los demás. A mis trece años, solo he llegado a ver el agua en un pozo oscuro a cuatro kilómetros del pueblo. Nunca he andado por las áridas calles tropezando con algún charco, ni he notado el tacto que tiene el barro. Términos que conozco gracias a mi abuelo, el me cuenta aventuras que realizo de joven. A visitado sitios en los que todo era verde allá donde miraras, grandes lagos inundaban de belleza el paisaje. ¿Que forma puede tener un lago?, espero algún día tener la oportunidad de verlo con mis propios ojos. Como habéis podido deducir, vivo en el desierto. Aquí la vida es difícil, pero fácil a su manera. Las chozas son de ramas secas atadas con tallos, suelen vivir dos o tres familias por choza. Aprovechando el espacio, podemos conservar mejor el frió y evitar exponernos al sol demasiado tiempo. Yo estoy cansado de estar en esa vieja manta, aguantando a los hijos de Mar´thai. Remo y Thold. Son mas pequeños que yo, de seis años los dos. Incontrolables niños, o bichos como yo suelo llamarles, que corretean por la choza descolocando todo y llorando cada vez que algo que les gusta se rompe. ¡ Prefiero achicharrarme fuera!. Allí la escuela esta a dos kilómetros del pueblo, solemos ir en viajes de veinte niños en un carro tirado por camellos. Todo el mundo en mi pueblo ama a los camellos, yo los encuentro repulsivos. Solo saben comer, escupir y ensuciarlo todo. Al llegar nos sentamos en el suelo, solo los afortunados que llegan primero consiguen sitio encima de alguna piedra. Nunca sabes quien dará la lección hasta que llegas, hombres y mujeres se turnan cada día para enseñarte algo nuevo de la vida. Como hacerte un turbante, como coger las tunas de los cactus sin agujerearte toda la mano, como cepillar a los camellos o que deben comer. Hay veces que tenemos la suerte de encontrarnos con algun arqueólogo que nos explica algo mas que la simple rutina aqui en el desierto. Cuando cae la noche nos obligan a estar en las chozas por los coyotes que merodean por los alrededores, y todos los días se turnan tres hombres para cuidar el ganado.